Hablaba de unas cosas que yo no le entendí: de trigo y de cizaña, de un pastor y de un redil.
Pero aquellas palabras las entendí, cuando dijo: Dejad que los niños vengan a mí.
No toques. No te acerques. No pases por ahí; Prohibido a los menores. ¡Y todo es prohibir!
Pero Él nos dio las llaves de su jardín, cuando dijo: Dejad que los niños vengan a mí.
Despejen el camino y déjennos seguir, los hombres de alma triste, los pagados de sí.
Él fue con los pequeños el más feliz, cuando dijo: Dejad que los niños vengan a mí.
Joaquín Mª García de Dios